martes, 21 de mayo de 2013

El invento del latín medieval


Según la tesis del inglés Roger Wright, lo que tiene que ser explicado no son las lenguas romances, que constituyen la natural evolución del latín, sino el latín medieval, el cual no sería la continuación del latín escrito antiguo. Wright afirma: “A lo largo del periodo precarolingio no hay distinción entre dos lenguas coexistentes […], y […] el estadio lingüístico de las comunidades romances era aproximadamente el que hoy día domina en Francia o Inglaterra, donde se pueden evidenciar variaciones estilísticas, en la sintaxis como en léxico, entre uso de quién sabe escribir y el de quién no sabe escribir, pero donde hay una genérica variación fonológica con respecto a la capacidad de escribir.”
El latín de las escrituras altomedievales sería solo el traje gráfico de textos concebidos en el idioma hablado por todos. Para convencer de esa hipótesis, Wright observa que, en la España del IX siglo a la grafía saeculum podía corresponder la pronuncia sjeglo, así como en el inglés de siglo XX a la grafía knight corresponde la pronuncia nait, y eso sin que nadie pensara entonces escribir sieglo o pronunciar sekulum, así como ningún angloparlante alfabetizado pensaría hoy día escribir nait o pronunciar knigh. Él afirma además que con el progresivo divergir del vulgar de la lengua escrita, las normas gramaticales devinieron siempre más complicadas, incluyendo no solo letras y sílabas «mudas» […]. Lo mismo ocurre hoy día en Francia, donde los niños pronuncian [ʃã:t] para tres formas gramaticales y luego están desorientados cuando tienen que aprender a escribir y a distinguir entre chante, chantes chantentent.
Respeto al inicio de la escritura en vulgar, Wright cree que durante el siglo y medio que hay entre los Juramentos de Estrasburgo y el año 1000, hubo en Francia una situación inestable de persistente monolingüismo, caracterizado, en el plan de la escritura, por la posibilidad de emplear tanto la ortografía tradicional, como una nueva grafía de tipo fonético, y, en el plan de la lectura, por la posibilidad de leer los textos escritos en francés, como según Wright se habrían leído siempre, es decir en vulgar, o en la nueva manera impuesta por la reforma, es decir en latín.
Los doctos de la corte de Carlo Magno, con la intención de restaurar el latín, 'inventaron’ el latín medieval y rompieron con su reforma la praxis de una grafía que no corresponde a la pronunciación. Así desapareció la manera común de escribir el romance y se tuvieron que inventar poco a poco las grafías de cada romance. El primer emerger del romance en la escritura correspondería entonces, según esa teoría, en una nueva manera de escribir. El castellano por ejemplo, siempre existente en el Medievo, fue inventado cuando fue escrito por primera vez.
Interpretados como trascripciones fonéticas de la mismas lengua abandonada a la ortografía tradicional, los primeros textos romances resultan de problemática justificación, y es la conciencia de esta dificultad que obliga a Wright a justificar su teoría mediante suposiciones anecdóticas: la formula de los juramentos empleada por Ludovico el Germánico habría sido redactada en una grafía fonética para que fuera pronunciada correctamente por el príncipe, que Wright supone ajeno al francés pero capaz de leer el latín a la nueva manera.
En cambio, el porqué de que la fórmula de los seguidores de Carlo haya sido redactada de aquella manera no está clara, pero la repuesta más sencilla sería esta: quién preparó el texto para Ludovico estuvo tan satisfecho de la experiencia que quiso aplicarla pronto a la fórmula siguiente, aunque para los franceses debiera resultar menos útil.
La utilidad de esa teoría está en la afirmación que en el alto medioevo se escribiera de una manera y se leyera de otra. Sin embargo, no se entiende como Wright pueda explicar como la grafía latina cubra no solo la romance, sino también la gramática y la relativa sintaxis, tan divergentes de las latinas. El problema mayor de la teoría es que en realidad no explica nada, porque el paso habría ocurrido bajo una grafía que no cambiaba, pero nosotros no tenemos argumentos para establecer cuando ese paso haya ocurrido, ni por qué en una región era de una manera y en otra de otra. La tesis de la no correspondencia entre grafía y pronunciación podría ser defendida en periodos más largos y toda la lingüística latina acabaría en crisis. 

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