UNA
PEQUEÑA PREMISA:
El latín pertenece a la gran familia indoeuropea, de la cual representa
un área marginal del grupo de lenguas kentum. Muy
probablemente se
afianzó en el siglo VIII a.C., costituyendo en principio sólo
un dialecto de Roma y de sus inmediaciones.
En
el curso relativamente breve de tres siglos, la lengua de Roma se
convirtió en la de países y culturas muy diferentes en un
territorio muy vasto, es el fenomeno único de expansión que tomó
el nombre de “romanización”. Sin embargo, los romanos no
intentaron imponer su lengua, considerando su uso como carácter de
gran distinción. Por eso no obstaculizaron las demás lenguas, pero
fueron las poblaciones sometidas que deseaban progresar culturalmente
a través del uso del latín, que gozaba de un prestigio lingüistico
mayor.
EL
ROMANCE: UNA CONTINUACIÓN DEL LATÍN
El
adjetivo “romance” proviene de la expresión latina “romanice
loqui” (hablar como los romanos). En el medievo para referirse a
las lenguas vulgares (es decir a las habladas por el pueblo), se
decía “romana lengua” o “rústica romana lengua” en posición
a la “lengua latina” es decir, la de los escritores y la que se
transmitía a través de las escuelas.
Las lenguas romances derivan del latín, o mejor dicho, son una continuación de este,
porque no existe ninguna interrupción entre el latín y las lenguas
romances. Estas últimas representan el único ejemplo de un grupo de
idiomas del que se conserva la fuente común. En esta situación
privilegiada no se encuentran ni los idiomas neoarios de India,
porque no derivan del Sancrito, aunque tengan en esa lengua una fase
arcaica muy útil para las reconstrucciones, ni los dialectos
neohelénicos, porque aunque sean la continuación de la koiné que
conocemos, no llegaron en su evolución a crear idiomas
independientes, sino sólo fraccionamientos dialectales de poca
importancia.
De la
fragmentación política, económica y lingüística de Europa surgen
las premisas para el nacimiento de las lenguas romances. Esto se debe
a que el latín vulgar, transformado por los hablantes, vino
percibido como una entidad lingüística nueva, muy diferente de la
lengua escrita de la edad romana.
Es
importante precisar que las lenguas romances no derivan del latín
clasico, idioma de la literatura y de la escuela, que, en el curso de
los siglos, ha tenido las mismas formas gramaticales, lesicales y
estilisticas, sino del latín que se define “vulgar”, es decir un
latín movil y variado según los tiempos, los lugares, las clases
sociales y las artes, aunque caraterizado por unos rasgos cómunes.
El latín literario difundido por la escuela constituyó un freno a
la difusión del latín vulgar, por eso muchos terminos literarios
siguieron penetrando en la lengua del pueblo gracias a la difusión
de la cultura. Y gracias a este influjo secular del latín literario
se debe la omogeneidad, aunque relativa, que el latín mantuvo en
tierras muy lejanas de Roma y en pueblos muy diferentes entre ellos.
Son
pocas las fuentes del latín vulgar, pero se puede estudiar la
evolución de este ultímo a través del metodo compárativo,
dirigido a conseguir las formas de las lenguas “originarias” a
través de la confrontación entre lenguas afines1. Por ejemplo, el
fr. Carongne , el it. Carogna, el esp. Carroña dejan postular la
forma del latín vulgar no atestada en las fuentes escritas *CARŌNIA,
de CĂRO, CĂRNIS
‘carne’. El interés para el estudio comparativo está en la base
de la lingüistica historica, que desde su nacimiento se dedicó a la
reconstrucción de las palabras latinas no atestadas
1. La confrontación concierne a las palabras “nativas", es decir, a los
nombres de parentesco, a los numerales, a las partes del cuerpo,
todos losterminos no están subjetos a prestamos. En los primeros diccionarios etimologicos el numero de estas palabras es muy grande, recordamos el famoso Romanisches Etymologisches Wörterbuch del gran lingüista aleman Wilhelm Meyer-Lübke.
Muy interesante...
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